Estatua de Nezahualcóyotl afuera del Museo del Ejército, Centro Histórico, ciudad de México.

Estatua de Nezahualcóyotl afuera del Museo del Ejército, Centro Histórico, ciudad de México.

El gran Alfonso Reyes, en su extraordinario ensayo “Visión del Anáhuac” señala, que había que lamentar como irremediable, la pérdida de la poesía indígena mexicana. El hecho de que eruditos hayan logrado descubrir algunos cantos con relativa fidelidad, no compensa la desaparición casi total de la misma. Entre estos materiales poéticos rescatados, se conservan, alrededor de treinta composiciones que se atribuyen a Nezahualcóyotl.

Pero, ¿Quién era ese Nezahualcóyotl, recordado también en una fuente monumental del escultor Luis Ortiz Monasterio en Chapultepec?

Hijo de Extlilxochitl, sexto señor de los chichimecas y de Matlalcihuatzin hija del segundo señor de Tenochtitlán quien nació y murió en Texcoco en el México prehispánico del siglo XV (1402-1472) una veintena de años antes del descubrimiento de América.

La historia lo presenta como un miembro de la realeza prehispánica con una vasta y completa educación, erudito en ciencias, artes y literatura, estadista, legislador, incansable guerrero victorioso en todas sus batallas, arquitecto  de construcciones monumentales que dejó un gran número de hijos y vivió hasta la avanzada edad, en esa época, de 70 años. Pero aparte de sus cualidades y preparación para gobernar destaca su  sensibilidad estética y en un gran amor por la naturaleza, que quedaron reflejados no sólo en la arquitectura de la ciudad, sino también en sus manifestaciones poéticas y filosóficas.

El Coyote Hambriento

Representación de Nezahualcóyotl en el Códice Ixtlilxochitl (siglo XVI)

Representación de Nezahualcóyotl en
el Códice Ixtlilxochitl (siglo XVI)

Al nacer, le fue asignado el nombre de Acolmiztli (náhuatl:Acōlmiztli‘felino fuerte’), pero las tristes circunstancias que rodearon su adolescencia hicieron que se cambiara el nombre por el de Nezahualcóyotl que significa «coyote que ayuna o coyote hambriento», entendiéndose el ayuno como una forma de sacrificio.

En el siglo XV, la ribera del lago Texcoco se hallaba densamente poblada, esto trajo como consecuencia escasez y el agotamiento de las tierras aptas para el cultivo, por lo cual algunas tribus iniciaron una política de expansión territorial hacia zonas con mayor capacidad agrícola. Dicha política desató un sinfín de guerras y hostilidades entre las tribus del lago, destacando la llevada a cabo contra la ciudad tepaneca de Azcapotzalco. Esta ciudad, situada en la ribera noroccidental del lago Texcoco, había agotado sus tierras comunales y, ante la imposibilidad de alimentar a sus gentes, ocupó el territorio perteneciente a la vecina Texcoco.

Es entonces cuando a los dieciséis años de edad, el príncipe texcocano Nezahualcóyotl tuvo que hacer frente a la invasión tepaneca, encabezada por Tezozómoc, señor de Azcapotzalco, cuya intención era asesinar a su padre, el rey Ixtlilxóchitl, y a toda su familia para apoderarse del trono. El heredero del trono quiso luchar y repeler el ataque, pero su padre, que conocía la superioridad de los atacantes, prefirió huir y mantenerse oculto hasta conseguir la ayuda de otros pueblos. Así, mientras las huestes de Tezozómoc rastreaban los alrededores de la ciudad para encontrar al rey y al príncipe texcocanos, éstos se refugiaron en las cuevas de Cualhyacac y Tzinacanoztoc. Sin poderse ocultar allí por mucho tiempo, Ixtlilxóchitl ordenó a su hijo que se adentrara en el bosque, mientras él y unos pocos hombres trataban de detener sin éxito el avance de sus captores.

La leyenda dice que Nezahualcóyotl escondido trás un árbol, con sólo dieciséis años, vio asesinar a su progenitor. Relata la historia que el joven se refugió en el bosque de Chapultepec y desde allí con su fabulosa juventud, nutriéndose de frutos, se dedicó a componer canciones para mitigar su destierro. Era un poeta.

Como una pintura
nos borrarán
como una flor
nos secaremos para arriba
aquí en la tierra

Un día decidió reconquistar lo perdido. Después de grandes luchas y reiteradas amenazas de muerte, logró llegar a dominar el valle de México para lo cual se ganó el favor de los señores de Huexotzinco y Tlaxcala, así como a muchos aztecas que eran sus parientes por línea materna.

Con gran habilidad diplomática, consiguió atraerse los favores de otras ciudades descontentas con la tiranía tepaneca y organizó un frente común, cuyo peso principal recayó en los tlaxcaltecas y los huejotzincas. El ejército aliado de más de cien mil hombres logró la conquista de Otumba y de Acolman y tomó Texcoco. Pero ante el sitio de México y Tlatelolco por los tepanecas, liberó ambas ciudades y, en una cruenta batalla, destruyó Azcapotzalco después de un sitio de ciento catorce días.  

Dicen que estando en Chapultepec, logró poblar el bosque de animales de caza y construyó el acueducto que llevó el agua potable a México. Una noche, atravesó el lago con su ejército y recuperó su capital Tenochtitlán, tras siete días de combate. Cuentan que se coronó en 1431 y dos años más tarde, se estableció definitivamente en Texcoco. Durante su largo reinado, la cultura y las artes tuvieron un gran desarrollo. La construcción de palacios y templos fueron admirables.

Amo el canto de Tzentzontle
pájaro de cuatrocientas voces
amo el color del jade y
el enervante perfume de las flores
pero amo más a mi hermano, el hombre.

Estableció más de ochenta leyes para garantizar la lealtad al Estado y las buenas costumbres para su pueblo. Fue muy exigente en el cumplimiento de las mismas. Castigó sin piedad, sobre todo a los hombres que pudiendo dar los mejores ejemplos, no lo hacían. Protegió los árboles y los manantiales, puso en práctica el riego, labró albercas en las rocas, cultivó y amó a las flores y escribió poemas:

Miradme he llegado
Soy blanca flor soy faisán
se yergue mi abanico
de plumas finas
soy Nezahualcóyotl

La historia narra que participó en más de treinta batallas y nunca fue vencido ni herido. Tuvo un sinnúmero de hijos. A una buena cantidad de ellos los nombró generales, a otros, los castigó severamente, sin la menor compasión, por soberbios y belicosos. Reunió a todos los sabios y filósofos de su tiempo y adoró a un solo Dios.

Es Él el que inventa todo
Él es quién se inventa Dios
En todos los lugares le invocan
en todos los lugares Él es venerado
Su gloria, su fama, se busca en la tierra

Murió increíblemente a los setenta años de edad y a los cuarenta y tres de su reinado. En 1972, en el 5º Centenario de su muerte, el Gobierno del Estado de México publicó ocho libros conmemorativos. Ya desde 1778, el Obispo José Joaquín Granados Gálvez había presentado en Tardes Americanas, un poema atribuido al Rey de Texcoco. La obra de este Rey poeta, que ha llegado a nosotros, refleja una profunda sensibilidad e imaginación.

La fugacidad de la vida, la muerte inevitable, el más allá, el enigma del hombre reflejado en sí mismo, el amor, el sentido de las flores y el canto y la inmortalidad, están presentes en la temática de los versos del Rey poeta. /

Yo soy Nezahualcóyotl
soy el cantor
soy papagayo de gran cabeza
Oh
si nunca yo muriera
si nunca desapareciera

En la naturaleza, halla la inspiración y percibe el sentido de su propia existencia.

Soy rico
yo el señor Nezahualcóyotl
Reúno el collar
los anchos plumajes de quetzal
por experiencia conozco los jades
son los príncipes amigos
Me fijo en sus rostros
por todas partes águilas y tigres.

La posibilidad de decir palabras verdaderas y de vislumbrar nuevas emociones está presente en estos cantos de leyenda:

Sólo en nuestros cantos
perece nuestra tristeza
por fin lo comprende mi corazón
Escucho un canto
contemplo una flor
¡Ojalá no se marchiten!

Estos textos audaces, manipulados por los hombres y por el tiempo, no han perdido sus elementos más genuinos e imperecederos. Con un canto, el Rey de Texcoco saludó a Monctezuma, el viejo, cuando estaba muy enfermo:

Un recuerdo que dejo
¿con qué he de irme?
Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra
Cómo ha de actuar mi corazón
¿Acaso en vano venimos a vivir a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos.

Las ruinas de los que fueron centros de esparcimiento de la nobleza o quizás ingeniosos sistemas de riego, conocidos como Baños de Nezahualcóyotl, aún pueden ser visitados para disfrute de los que gustan de estas historias.

No acabarán mis flores
no cesarán mis cantos
Yo cantor los elevo
se reparten, se esparcen.

Un municipio y una ciudad del Estado de México llevan el nombre del Rey poeta. Un Rey poeta que creyó en el hombre, entregó en sus cantos, sus más íntimas revelaciones y apostó en franca delectación, por su inmortalidad.

Sol, allá en el interior del cielo
tú inventas tu palabra
¡Dador de la vida!
¿Qué determinarás?/

Parte del texto es de Juanita Conejero,  Teijeiro (La Habana, Cuba 1934). Dra. en Filosofía y Letras de la Universidad de la Habana. Profesora de Literatura Cubana e Hispanoamericana.

Otros poemas

 ¿A dónde iremos?
¿A dónde iremos
donde la muerte no exista?
Más, ¿por ésto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:
aquí nadie vivirá para siempre.

Aún los príncipes a morir vinieron,
los bultos funerarios se queman.
Que tu corazón se enderece:
aquí nadie vivirá para siempre

Alegráos

Alegráos con las flores que embriagan,
las que están en nuestras manos.
Que sean puestos ya 
los collares de flores.
Nuestras flores del tiempo de lluvia,
fragantes flores,
abren ya sus corolas.
Por allí anda el ave,
parlotea y canta,
viene a conocer la casa del dios.
Sólo con nuestras flores
nos alegramos.
Sólo con nuestros cantos
perece vuestra tristeza.
Oh señores, con esto,
vuestro disgusto de disipa.
Las inventa el dador de la vida,
las ha hecho descender
el inventor de sí mismo,
flores placenteras,
con ellas vuestro disgusto se disipa.

Con flores escribes
Con flores escribes, Dador de la Vida,
con cantos das color,
con cantos sombreas
a los que han de vivir en la tierra.
Después destruirás a águilas y tigres,
sólo en tu libro de pinturas vivimos,
aquí sobre la tierra.
Con tinta negra borrarás 
lo que fue la hermandad,
la comunidad, la nobleza.
Tú sombreas a los que han de vivir en la tierra.

Pensamiento
¿Es que en verdad se vive aquí en la tierra?
¡No para siempre aquí!
Un momento en la tierra,
si es de jade se hace astillas,
si es de oro se destruye,
si es plumaje de ketzalli se rasga,
¡No para siempre aquí!
Un momento en la tierra