Versos de este tipo, poseen un fenómeno en vía de extinción…que pudiera llamarse la poética del sentido. Ahora bien, ¡que claridad no hay! lo sabemos, que el sin sentido nos desborda desde que cayó la llamada modernidad hace ya tiempo o el crepúsculo de cualquier posibilidad del ideal, es cosa de perogrullo. Pero precisamente por ello el tono filosófico, obscuro, casi subterráneo de este libro discurre en la penumbra honda que abrazo personalmente con aplausos y que escenifica una actitud y vitalidad manifiestas.

El lector no ha de adentrase por tanto desprevenido en estos textos, en muy pocos lugares puede guarecerse. Quizás en los lugares que el autor deja a las formas e imágenes de la fisiología y el erotismo vedado que aunque nocturnos tienen blancuzcas ocurrencias y algunas veces un ámbito para el corto placer. Veo una poesía lenta, mesurada, enérgica y urbana. Que aunque jóven -en forma-, obedece ya al proceso de su deconstrucción. Por hablar del ritmo: lontana que viene de un «largo país lontano» y sibilino (por seguir a L. de Greiff el grande y casi desconocido poeta colombiano) donde estructuralmente la ocurrencia feliz o los finales de cajón están muy afortunadamente huidos.

El escritor se atreve y se arriesga sin el menor asomo de pudor a proponernos: «Esconder entre las piedras/ los versos». Asunto por demás recomendable para encontrar al buen lector. Y de vez en cuando, -lo digo a modo crítico- se muestra demasiado translúcido o se olvida de sus propias piedras por la urgencia de decirse. Pero con el tiempo se verá, -ése es mi criterio-, cómo en la unidad del «artefacto» D. Hincapié se hará más geológico y con menos cristales -a mi modo de ver- demasiado visibles o escuetos. Porque la poesía no es como se cree una roca pulida sino un lugar en donde se esconden los cristales al profano…cristales donde está «ese brillo que alcance la oscuridad de otras cosas»/ Pero que son por eso otorgados como extrañamiento porque la anomalía cuesta. Un ejercicio críptico al que esta poesía es gratamente proclive y que se presiente ya en la ambigüedad del título: «Otro ser» Espero -como conviene- no haber explicado nada de lo que no tiene explicación alguna, ni adelantar lo que en el tiempo se mueve, ni denunciar nada más allá de lo que denuncia el que debe denunciar: el poema en su inocente rebeldía.

Celebro finalmente una actitud como la de este joven poeta…al que Rilke pudiese escribir sus cartas. Y para la cual seguramente ya tiene respuesta entre sus versos. La respuesta -estimado lector- que se masculla y se escupe cada día. Con la valentía de publicarse…Hincapíe muestra que no le importa «escupir en público» cuando escupir habita las heridas del mundo, pues se sabe que la saliva es pharmacon para las heridas. Esto sólo tiene sentido si en algo ayuda al afirmarse difícil ya del poeta y no digo más difícil aún en el lector.

Buena suerte entonces al escritor, y -con un poco de humor- muy mala la del lector que necesitará tiempo en un mundo sin tiempo….para detenerse y acometer este libro (que puede sin embargo ¡soltar si quiere de sus manos!) cosa que no le aconsejo en lo absoluto…/ por correr el riesgo de perderse versos rotundos como estos: El poeta muere lento en las fauces negras del sol . –Orlando Adusto

 Otro ser en nuestro catálogo digital

Un Segundo para respirar

Difícil mentir
y apedrear la cordura,
bajo el aire gris
y el llanto en la bruma.

Parece, incluso, imposible
que mis ojos hablen de lo visto
cuando el sol impasible
calle al mundo su verdad.

No me aseguro de mi risa…
El paso es lento, agazapado;
en el pedir de una brisa
el placer es ideal alto.

Pereira, Colombia, 2008