El diablo no ha tenido nunca una iconografía estable pero sí un significado de oposición al bien tal como ha sido recogido principalmente por la cultura judeocristiana.  La figura del diablo ha servido durante siglos para que la Iglesia pudiera imponer sus formas y ejercer su dominio sobre una población carente de herramientas culturales que le permitieran evitar el temido descenso a los infiernos -de ahí la larga tradición de leyendas populares que tienen como figura principal a un demonio maléfico, castigador de malos comportamientos y aptitudes y sombrío señor del Averno-. No fue hasta que el período de la Ilustración trajo consigo, en lo que respecta al diablo, un proceso de distanciación religiosa que derivó en la adaptación del personaje como figura literaria, símbolo de las imperfecciones del ser humano.
Aunque sería una ardua tarea enumerar las narraciones que de una u otra manera han mostrado la figura del demonio en la literatura de manera real o simbólica, no puedo dejar de comentar una de esas obras maestras que nos ha legado el siglo XX y que tiene entre sus más brillantes personajes al mismísimo diablo y su séquito maligno. Me refiero a la obra cumbre de Mijaíl Bulgákov: El maestro y Margarita.
Bulgákov fue uno de esos trágicos personajes que tuvo el infortunio de desarrollar su carrera literaria en uno de los períodos más grises de la historia rusa, aunque quizás gracias a ello fue capaz de ofrecernos esta maravillosa obra de ingenio e invención que arremetía de forma contundente contra la burócrata y monótona sociedad moscovita post-revolucionaria, además de un alegato a favor del individuo y un personal ajuste de cuentas contra el sistema.
Behemot the cat

Una escultura del gate Behemoth de la novela El maestro y Margarita, en una pared de Andriyivskyy Descent, Kyiv.

La obra de Bulgákov siempre estuvo en constante punto de mira, porque satirizaba con agudeza el pensamiento único al que se veía abocada la cultura rusa. El rechazo provocado por sus controvertidas opiniones dificultó constantemente la publicación de sus obras y finalmente, tras las persistentes denuncias públicas hacia su obra y su persona, se vio obligado a recurrir al mismo Stalin en forma de vergonzante súplica con palabras como estas: “Era yo el único lobo literario en la amplia estepa de las letras rusas. Me han aconsejado cambiar de piel. Un consejo estúpido. Aunque un lobo sea pintado, aunque sea esquilado, nunca se parecerá a un perro de lanas. Me han tratado como a un lobo. Durante años me han perseguido como lo suelen hacer durante batidas literarias”.

Bulgákov recibió la llamada de Stalin concediéndole la plaza de asistente del director de escena teatral en el teatro de Arte de Moscú, un regalo envenenado que obligaba a un ser libre y creativo a plegarse ante el yugo del poder totalitario. Y durante este oscuro y dramático período –desde 1928 hasta 1940, año de su muerte-, estuvo Bulgákov trabajando en la creación de la obra por la que pasaría a la posteridad, con la salud consumida y totalmente ciego en sus últimos días, mientras dictaba correcciones a su fiel mujer Helena Shilovskaya. La obra no apareció hasta 1966 y con los consiguientes recortes de la censura, pues como ya imaginó su autor en vida, publicarla era una auténtica quimera. Pero es evidente que no debió pasar desapercibida ya que poco después se publicó en la versión sin censura que ahora podemos disfrutar.
A grandes rasgos la obra de El maestro y Margarita entreteje tres tramas de gran riqueza simbólica que se nutren entre sí. La historia más célebre es de tono satírico y a ratos grotesco y en ella el demonio de nombre Voland aparece con su peculiar séquito para poner patas arriba la corrupta sociedad moscovita, dedicando especial empeño en arremeter contra una esperpéntica asociación literaria. Una segunda historia de carácter romántico es la que acontece entre el maestro y Margarita, quien accede a un pacto faústico para conseguir recuperar a su amor. La tercera gran trama acaece en Judea y representa una historia de tono más épico y filosófico-moral, pues es la novela de Poncio Pilatos y sus reflexiones tormentosas provocadas al enviar un hombre sin culpa a la cruz. Y esta última historia es la novela que escribía el maestro, que acaba en el manicomio ante el rechazo recibido por la crítica.

El Trío diabólico

El maestro y Margarita es un inmenso canto a la imaginación, la libertad y el individualismo, donde se critica con sana ironía a la masa uniforme, a las fuerzas represoras y a la élite privilegiada de escritores oficiales agrupados bajo el paraguas de la revista Massolit (literatura de masas). Las escenas donde Voland y su estrafalaria cohorte ridiculizan la mediocridad oficial son memorables e incluso el epílogo se convierte en una crítica demoledora a un sistema que es capaz de justificar lo injustificable. Jose Mª Guelbenzu expresa con acertadas palabras la fuerza de esta obra: “La crítica de Bulgákov iba directa al corazón del sistema y, por ello, una forma eficaz de expresión de la crítica como es la sátira se convierte en sus manos, por medio de la complejidad y de la capacidad de sugerencia que contiene, en la obra de arte que trasciende el oficio de la escritura”.
Pero también es una revisitación del mito faústico con los papeles intercambiados, donde el amor vence todos los obstáculos porque es un amor sincero y armonioso que convence al mismo demonio -una historia que se asemeja mucho a la vida del propio Bulgákov, aunque la literatura sabe ajustar las cuentas-. Por último es una lúcida reflexión sobre el individuo y el poder a través de la historia de Pilatos. Es, en definitiva, una obra tan rica en significados y con una fuerza de sugerencia simbólica tan potente que no resiste una sola lectura y es por ello que no puedo dejar de considerarla como una de las lecturas más gratificantes que he tenido la oportunidad de disfrutar.

Barcelona, 5 de septiembre de 2011, Por Carlos El Buscador de Tusitalas