La leyenda habla de un joven poeta consagrado de manera precoz a los 22 años por una pequeña gran obra maestra. Un relato moderno sobre la experiencia del tiempo titulado “Las responsabilidades empiezan en los sueños”, escrito en 1935, publicado en el número inaugural de Partisan Review de 1937, y título de un libro publicado en 1938 con un puñado de poemas acompañados por este único relato convertido en un clásico de la literatura estadunidense.
Su autor, Delmore Schwartz (Brooklyn, 1913), descendiente de inmigrantes judíos rumanos, se graduó en la Universidad de Nueva York en 1935 y de inmediato causó admiración entre sus pares. Fue celebrado por la crítica como creador de una pequeña obra maestra en aquel relato —incluido entre las cien mejores obras de la literatura judía moderna—, y señalado como lo más innovador sucedido en la literatura estadunidense en los años treinta, además de haberse revelado como un charlista agudo e inteligente: “el Mozart de la conversación”.
Schawrtz poseía un intelecto deslumbrante, igualmente fascinado con ideas de la cultura popular como con las obras de Marx y Freud, conversador incansable, de hablado rápido y emotivo y en una ocasión se le escuchó hablar durante ocho horas seguidas. Luego de la muerte de Dylan Thomas heredó el papel de «poeta de la casa» en la taberna White Horse de Nueva York. Donde divertía a sus amigos con un diálogo ficticio donde asumía la identidad de T.S. Eliot y sus cuentos, convirtiéndose así en uno de los principales animadores de la vida literaria del Greenwich Village.
Buscando siempre los más altos niveles en su intelectualidad, y ser una luz entre su generación, sufrió constantemente por sus desilusiones ante la incomprensibilidad e irracionalidad del mundo o porque ese esfuerzo intelectual nunca fue suficiente para mantenerlo dignamente.
En las siguientes dos décadas publicó media docena de libros de poemas, relatos y obras dramáticas, de 1943 a 1955 editó la revista Partisan Review y luego The New Republic, obtuvo la beca Guggenheim y en 1959 el premio Bollingen.
Al mediar los cincuenta y tras dos matrimonios, la dipsomanía y los tranquilizantes le provocaron serios conflictos creativos derivados luego en alteraciones mentales que lo persiguieron durante casi veinte años. Al iniciarse los años sesenta Delmore acusaba serios problemas: delirio de persecución, insomnio crónico, aislamiento, paranoia aguda; todo empeorado por la dipsomanía, los ansiolíticos y los somníferos, más la desilusión por no poder continuar su dilatado poema autobiográfico “Génesis” y aun por cierta desesperanza ante la imposibilidad de recibir una supuesta herencia de su padre, muerto diez años antes.
En la Universidad de Syracuse impartía entonces escritura creativa; en uno de esos cursos se acercó a él Lou Reed, otro talentoso rebelde precoz, como había sido Delmore. Su amistad se basó en la admiración de Lou, quien en 1967 le dedicaría la canción “Europa”, de su grupo Velvet Underground, y quince años después, en 1982, escribiría una de sus más hermosas canciones dedicada a Schwartz, “My House”, donde habla de “la imagen del poeta en la brisa”, “el primer gran hombre que jamás conocí” y “el espíritu puro de la poesía”.
En julio de 1966 un ataque cardiaco fulminó a Delmore en el pasillo del hotel neoyorquino donde vivía aislado. Pasaron dos días antes de saberse de quién era el cuerpo de ese hombre de 52 años depositado en la morgue. Sus amigos declararon que Schwartz se había perdido de vista hacía más de un año y se enteraron de su muerte por los obituarios de los periódicos. Saul Bellow fue su admirador declarado y uno de sus amigos más cercanos, compartieron literatura, revistas y borracheras, fueron inseparables y luego el destino fracturó esa amistad: Bellow había viajado hasta Nueva York para conocer e Delmore y augurarle un magnífico futuro; sin embargo, el del futuro logrado fue Bellow, mientras Schwarts se consumió. El novelista le rindió homenaje en su novela El legado de Humboldt (1975). Robert Lowell dedicó también a Schwartz una docena de elegías, John Berryman lo describió en un poema, Nabokov alabó su prosa y James Atlas lo encumbró en su biografía The life of an American Poet (1977).
Baudelaire
El oso pesado que conmigo va
“el estar consigo del cuerpo”
El oso pesado que conmigo va,
Embadurnado el rostro de una múltiple y variada miel,
Zafio y dando tumbos aquí y allí,
Acaparando cada sitio con su peso,
Ese bruto hambriento y golpeador
Enamorado de los dulces, del sueño y de la ira,
Factótum desquiciado que todo lo deshace,
Que trepa el edificio y patea el balón,
Que en la ciudad del odio boxea con su hermano.
Junto a mí jadea, ese pesado animal,
Ese oso pesado que conmigo duerme,
Y que dormido aúlla por un mundo hecho de azúcar,
Por un dulzor tan íntimo como el abrazo del agua,
Aúlla en sueños porque la cuerda
Tiembla mostrándole el oscuro abismo que hay debajo.
Este exhibicionista de pomposo andar está aterrado,
Embutido en su traje de gala, reventándole los pantalones,
Y tiembla cuando piensa que su carne tiritante
Se deshará por fin hasta convertirse en nada.
Este animal del que no puedo escapar conmigo va,
Y me ha seguido desde que el negro útero me sostenía,
Moviéndose conmigo, distorsionándome los gestos,
Una caricatura, una henchida sombra,
El payaso estúpido de los designios de mi ser,
Que ofende y obnubila con su propia oscuridad,
Que alienta oculto en el vientre y en los huesos,
Opaco, demasiado próximo, mi secreto, y aún así desconocido,
Que se yergue para abrazar a ésa a la que amo,
Con la que quisiera caminar, de no estar él tan cerca,
Groseramente la manosea, a pesar de que me bastaría
Tan sólo una palabra para desnudar mi corazón y mostrarme como soy,
Pero él se tambalea, y lo ofusca todo, y exige su alimento,
Bajo su custodia babeante arrastrándome con él,
Entre los cientos de millones de su especie,
Y el desenfreno de la gula en todas partes.
The Heavy Bear Who Goes With Me
‘the withness of the body’ –Whitehead
The heavy bear who goes with me,
A manifold honey to smear his face,
Clumsy and lumbering here and there,
The central ton of every place,
The hungry beating brutish one
In love with candy, anger, and sleep,
Crazy factotum, dishevelling all,
Climbs the building, kicks the football,
Boxes his brother in the hate-ridden city.
Breathing at my side, that heavy animal,
That heavy bear who sleeps with me,
Howls in his sleep for a world of sugar,
A sweetness intimate as the water’s clasp,
Howls in his sleep because the tight-rope
Trembles and shows the darkness beneath.
–The strutting show-off is terrified,
Dressed in his dress-suit, bulging his pants,
Trembles to think that his quivering meat
Must finally wince to nothing at all.
That inescapable animal walks with me,
Has followed me since the black womb held,
Moves where I move, distorting my gesture,
A caricature, a swollen shadow,
A stupid clown of the spirit’s motive,
Perplexes and affronts with his own darkness,
The secret life of belly and bone,
Opaque, too near, my private, yet unknown,
Stretches to embrace the very dear
With whom I would walk without him near,
Touches her grossly, although a word
Would bare my heart and make me clear,
Stumbles, flounders, and strives to be fed
Dragging me with him in his mouthing care,
Amid the hundred million of his kind,
the scrimmage of appetite everywhere.
Consideremos dónde están los grandes hombres
Consideremos dónde están los grandes hombres
que obsesionarán al niño cuando sepa leer:
Joyce enseña en Trieste en una escuela Berlitz,
aprende a pronunciar los juegos de palabras en Finnegan’s Wake…
Eliot trabaja en un banco, y allí aprende
las utilidades y las pérdidas,
la muerte de las ciudades…
Pound brama en contra de él, encuentra lo que los expatriados
pueden hallar,
una confusión de culturas de todos los tiempos,
como una muestra de Picasso.
Rilke soporta
la no oída música del silencio y de la soledad
en vacíos castillos que grandes caballeros abandonaron
(como Beethoven, hachando de la memoria
los inefables bosques de los últimos cuartetos).
Trotsky, también en el exilio, pasea por Londres
con Lenin, le escucha decir semi verdades de exiliado:
«Mira: ésta es la Westminster de ellos», como si
los rasgos del padre fueran el alma entera del hijo…
También Yeats, como Rilke, con maneras de antiguos señores,
busca lo permanente entre la pérdida
cotidiana y desesperada del amor, de los amigos,
de cada uno de los pensamientos con que comenzó su época…
Kafka trabaja en una oficina en Praga, aprende
qué burocrática es la vida,
qué lejos está Dios,
en una escuela de teología de empleados…
Perse, diplomático en Asia,
descubre la violenta energía con la cual
la civilización se crea a sí misma y marcha…
Sin embargo, con esas imágenes él no puede ver
la apatía moral luego del Pacto de Munich,
el forzado silencio de la línea Maginot,
y además no puede prever la caída de Francia…
También Mann, en Davos-Platz, encuentra en los enfermos
el triunfo del artista y del intelecto…
Por toda Europa estos desterrados descubren en el arte
lo que es el exilio: también el arte se convierte en exilio,
un secreto y un código estudiado en secreto,
proclamando la agonía de la vida moderna:
este niño aprenderá de la vida de estos grandes hombres,
participará de su soledad,
y quizás, al final, en una noche
como ésta, volverá al punto de partida, a su nombre
mostrándose a sí mismo como tal, entre sus amigos.
America, America!
I am a poet of the Hudson River and the heights above it,
the lights, the stars, and the bridges
I am also by self-appointment the laureate of the Atlantic
-of the peoples’ hearts, crossing it
to new America.
I am burdened with the truck and chimera, hope,
acquired in the sweating sick-excited passage
in steerage, strange and estranged
Hence I must descry and describe the kingdom of emotion.
For I am a poet of the kindergarten (in the city)
and the cemetery (in the city)
And rapture and ragtime and also the secret city in the
heart and mind
This is the song of the natural city self in the 20th century.
It is true but only partly true that a city is a «tyranny of
numbers»
(This is the chant of the urban metropolitan and
metaphysical self
After the first two World Wars of the 20th century)
— This is the city self, looking from window to lighted
window
When the squares and checks of faintly yellow light
Shine at night, upon a huge dim board and slab-like tombs,
Hiding many lives. It is the city consciousness
Which sees and says: more: more and more: always more.