Julia-de-Burgos-mar

Julia de Burgos en Río Grande de Loíza

Mañana se cumplen 100 años del nacimiento de Julia de Burgos, considerada por algunos como la poeta más representativa de las letras puertorriqueñas y una de las más importantes de Latinoamérica. Nacida en el Barrio Santa Cruz de Carolina, su obra se caracteriza por una capacidad enorme de proyectar su feminidad, pero es también un reflejo de de su problemática personal, resultado de una vida intensa, turbulenta y apasionada, que se vio truncada tempranamente por una muerte incluso ya presentida por la poeta.

Pareciera que su final trágico formara parte de la fuerza de su obra poética. El 6 de julio de de 1953, fue hallada inconsciente en la esquina de la Quinta Avenida y la Calle 106 en Manhattan, para fallecer poco después en un hospital de Harlem. Sola y sin documentos, su muerte estuvo rodeada de misterio.

Las autoridades sepultaron el cuerpo de la desconocida en un cementerio de Hart Island con el epitafio de Jane Doe. No fue sino semanas después que amigos y parientes que la habían visto por última vez el 28 de junio, pudieron  identificar las fotos de su cadáver tomadas en la morgue y localizar su tumba.  Sus despojos fueron transportado el 6 de septiembre a Puerto Rico, donde fue velado en el Ateneo Puertorriqueño y sepultado en el Cementerio de Carolina.

Una vida intensa y apasionada

Nacida en el seno de una familia pobre y numerosa, hija de padre alcohólico,  Julia de Burgos, la mayor,  tuvo la oportunidad, gracias a su talento, de conseguir becas para estudiar en la escuela superior de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Rio Piedras, y obtener su licencia en pedagogía a los 19 años.

A los 20 años (1934) se casa con Rubén Rodríguez Beauchamp, de quien se divorciaría tres años después, y comienza a trabajar en Comerío en la P.R.E.R.A. (la Puerto Rico Economical Rehablitation Agency), agencia federal que distribuía alimentos entre los pobres.

Luego se inicia en el magisterio en una escuela rural de Naranjito, época en la que escribió uno de sus poemas más emblemáticos: «Río Grande de Loíza”  donde en ímpetu de su fuerza expresiva muestra dos facetas suyas, su erótica sensualidad y sus convicciones políticas.

Enróscate en mis labios y deja que te beba,
para sentirte mío por un breve momento,
y esconderte del mundo, y en ti mismo esconderte,
y oír voces de asombro, en la boca del viento.
Río hombre, pero hombre con pureza de río,
porque das tu azul alma cuando das tu azul beso.
Muy señor río mío. Río hombre. Único hombre
que ha besado en mi alma al besar en mi cuerpo.

¡Río Grande de Loíza!… Río grande. Llanto grande.
El más grande de todos nuestros llantos isleños,
si no fuera más grande el que de mi se sale
por los ojos del alma para mi esclavo pueblo.

Alta, hermosa y dueña de una personalidad impactante, el entonces periodista y futuro funcionario político y legislador, Jorge Font Saldaña, recordó haberla visto cuando ella tenía 23 años y quedar impresionado por su gran belleza física “y esos ojos que parecían estar tratando de penetrar el alma de las personas”. Cuando le preguntó: “¿De dónde usted viene?” Ella le respondió: “Igual que usted… de ninguna parte”.

Luego en 1938 conocería al gran amor de su vida, el médico y sociólogo dominicano Juan Isidro Jimenes Grullón, casado, pero separado de su esposa. Aunque existieron muchos hombres en la vida de Julia de Burgos, Jimenes Grullón fue la figura que inspiró sus mejores poemas (incluyendo los de su mejor libro, Canción de la verdad sencilla, 1939). La joven poeta lo conoció cuando este daba unas charlas en Puerto Rico a mediados de 1938.

No es él el que me lleva? 
Es mi vida que en su vida palpita. 
Es la llamada tibia de mi alma 
que se ha ido a cantar entre sus rimas. 
Es la inquietud de viaje de mi espíritu 
que ha encontrado en su rumbo eterna vía. 
El y yo somos uno. 
Uno mismo y por siempre entre las cimas; 
manantial abrazando lluvia y tierra; 
fundidos en un soplo ola y brisa; 
blanca mano enlazando piedra y oro; 
hora cósmica uniendo noche y día. 

El y yo somos uno. 
Uno mismo y por siempre en las heridas. 
Uno mismo y por siempre en la conciencia. 
Uno mismo y por siempre en la alegría. (…)
—De Canción de la verdad sencilla

Pese a la oposición de la familia del médico de afincados valores burgueses —su genealogía contaba con dos ex-presidentes—, quienes consideraban que Julia de Burgos no contaba con los «tradicionales valores del hogar y la familia»; la pareja  inicia un romance que comienza en la isla, continúa en Nueva York donde se trasladaron a vivir en 1940, para terminar abruptamente en Cuba en 1942.

Julia de Burgos y  Juan Isidro Jimenes Grullón.

Julia de Burgos y el amor de su vida, Dr. Juan Isidro Jimenes Grullón.

Gracias en parte a la estabilidad económica que le proporciono la vida en pareja con Grullón, Julia de Burgos pudo cultivar su pasión por la poesía y las letras. En Nueva York  participó activamente, tanto en recitales de su propia poesía, como en discursos pronunciados en diversos centros culturales, casi siempre invitada por puertorriqueños radicados en esta metrópoli.

Un año después en Cuba, donde pudo identificarse con el pueblo cubano, continua con sus proyectos de conferencias y producción poética y a la vez expande sus horizontes culturales con cursos libres de griego, latín, francés, biología, antropología, sociología, sicología en la Universidad de La Habana.

Julia de Burgos en Cuba

En Cuba 1942

Luego, en 1942, vino la dolorosa ruptura con su amante, el doctor Grullón, que ella atribuyó a su renuencia a desafiar a su familia para que la aceptara como su legítima pareja. Descorazonada Julia de Burgos se marcha entonces a Nueva York y comienza el espiral de su descenso. Allí, esta vez en diferentes circunstancias, se vio obligada a  ocupar los trabajos que encontraba: como inspectora de óptica, empleada de un laboratorio químico, vendedora de lámparas, oficinista, costurera.

En Nueva York conoció a Armando Marín, un músico y poeta de Vieques, con quien se casó y  se mudó a Washington, D.C. Pero su vida no volvió a ser la misma. El sufrimiento del rompimiento con Jimenes Grullón la atormentaba y su salud quebrantada por el descubrimiento del cáncer, gradualmente la fueron precipitando a una  depresión que la llevó refugiarse en el alcohol y le produjo una cirrosis de hígado. Su matrimonio también termino en divorcio.
En 1946 se trasladó a Nueva York hasta la fecha de su muerte; su producción literaria mermó mucho y prácticamente, salvo escasos momentos, llegó al ocaso, como su vida.

Pocos meses antes de su muerte, en febrero de ese mismo año, había escrito un desgarrador poema en inglés, titulado “Farewell in Welfare Island” (Adiós en Welfare Island, donde estuvo hospitalizada), que contenía los versos:

“It has to be from here,
(tiene que partir de aquí)
forgotten but unshaken,
(olvidada, pero inquebrantable)
among comrades of silence
(entre los camaradas del silencio)
deep into Welfare Island
(muy adentro en Welfare Island)
my farewell to the world.
(mi despedida al mundo).

» Nadie entendió tanto la terrible soledad, el desgarramiento profundo de la sensibilidad absoluta, la muerte lenta de Nueva York, como Julia de Burgos..».
—Juan Isidro Jimenes Grullón. 

(…)Que nadie me profane la muerte con sollozos,
ni me arropen por siempre con inocente tierra;
que en el libre momento me dejen libremente
disponer de la única libertad del planeta.(…)
(…)Cada vez más pequeña mi pequeñez rendida,
cada instante más grande y más simple la entrega,
mi pecho quizás ruede a iniciar un capullo,
acaso irán mis labios a nutrir azucenas.¿Cómo habré de llamarme cuando sólo me quede
recordarme, en la roca de una isla desierta?
Un clavel interpuesto entre el viento y mi sombra,
hijo mío y de la muerte, me llamará poeta.
—De poema para mi muerte