Fanfarrón. El que está echando bravatas y se precia de valiente, hablando con arrogancia y jactancia, siendo un lebrón y gallina; porque los hombres valientes, de ordinario, son muy callados y corteses. Díjose del verbo forfaris, por hablar, y de allí farfarón y corruptamente fanfarrón. Fanfarria, la vanidad y desvanecimiento destos tales. Fanfarronear, hablar desgarros y demasías.
Algo de este sabor conserva el Diccionario de la lengua castellana […] “dedicado al rey nuestro señor don Phelipe V (que Dios guarde) a cuyas reales expensas se hace […] compuesto por la Real Academia Española, tomo primero […] 1726”. Y lo conserva porque Covarrubias “ha servido a la Academia de clara luz en la confusa obscuridad de empresa tan insigne”. Los académicos trabajaron en el llamado Diccionario de autoridades desde 1713 hasta 1739, cuando se publicó el sexto tomo (26 años contra seis, 24 personas contra una). Gredos publica una edición facsímil en tres tomos legibles y atractivos.
El portal www.rae.es permite la consulta de cualquier palabra en la edición 22a, con suma facilidad. Incluso con la opción (Búsqueda por aproximación) de escribir mal una palabra. Además, aunque no tan fácilmente, permite consultar la misma palabra en todas las ediciones anteriores, algo muy útil para ver desde cuándo está registrada y cómo ha ido cambiando su definición. Para esto, es más fácil entrar directamente por Google (escribiendo: NTLLE) al Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española, y hacer clic en un botón escondido en la esquina superior izquierda (Realización de consultas). Está en marcha la edición 23a, para celebrar el tricentenario de la Academia en 2013.
El Diccionario general ilustrado de la lengua española, tercera edición, de Samuel Gili Gaya (Vox Bibliograf, 1973), con prólogo de Ramón Menéndez Pidal. Es mejor que el DRAE por la información que añade (nombre científico de la flora y la fauna, dibujos ilustrativos, avisos gramaticales, ordenación de las acepciones, normas de uso, sinonimia) y algunos retoques en la redacción. También por la acertada selección (sabe qué eliminar y qué no). Absurdamente, ya no se consigue, porque la editorial quiso mejorarlo y lo desfiguró con ampliaciones. Lo que vende ahora es un mamotreto monumental y mal encuadernado (el ejemplar que tengo no ha resistido el poco uso que le doy).os fuera de la Academia, pero casi todos son versiones manoseadas del DRAE. Mención especial merecen:
También se usa el nombre de Noah Webster (1758-1843) para diccionarios que no son suyos. Webster fue una especie de Academia de la Lengua, Secretaría de Educación y editorial de un solo hombre. Vendió casi 400 ediciones y unos 15 millones de ejemplares de un manual de ortografía (The American spelling book) que impuso sus propias normas (hasta hoy vigentes) frente a las británicas (color en vez de colour, defense en vez de defence). Pero se arruinó compilando An American dictionary of the English language (1828) que le costó décadas de trabajo y se vendió mal (cometió el error de fijarle un precio excesivo). Sus herederos vendieron el saldo y los derechos autorales a los hermanos Merriam, que bajaron el precio a menos de la mitad y continuaron editándolo como Merriam-Webster. Otras editoriales publican diccionarios llamados Webster que nada tienen que ver.
María Moliner confirmó que una sola persona trabajando en su casa puede hacer más y mejor que un equipo institucional. Introdujo mejoras luego adoptadas por el DRAE: no abrir capítulos separados para la che y la elle, sino alfabetizar ch en la ce, ll en la ele; abrir entradas para explicar elementos compositivos de diversas palabras como re- (que no significa lo mismo en rehacer, reflujo, recarga, réplica). Y otras mejoras dignas de considerarse como dar sinónimos y ejemplos abundantes para el uso de casi cada palabra.
El Pequeño Larousse ilustrado (que se publica desde 1912) deriva de Le Petit Larousse illustré (desde 1905); que a su vez deriva del Grand Dictionnaire universel du XIXe siècle (1878). Consta de dos partes: un diccionario de la lengua española y una breve enciclopedia universal. Lamentablemente, ya no incluye las páginas centrales (color rosa) de frases latinas, griegas y extranjeras comunes en el español culto. La edición mexicana está adaptada al español de México y las cosas de México, en ambas secciones. Para el lector que quiera limitarse a un solo diccionario, es una buena opción.