Las memorias del tabaquero Bernardo Vega quien emigró a Estados Unidos en 1916 y permaneció en esa ciudad por más de cuarenta años, han revelado un importante periodo de la formación y desarrollo de la comunidad puertorriqueña en Nueva York, durante las décadas que preceden a la Gran Migración de mediados del siglo XX.
Vega nació en el pueblo de Cayey, importante región tabaquera de Puerto Rico a principios del siglo XX. Desde joven estuvo rodeado de la cultura socialista que permeaba el mundo artesanal de los tabaqueros, uno de los sectores más ilustrados de la clase obrera. A su llegada a la metrópoli neoyorquina en 1916, Vega encontró una comunidad puertorriqueña que aunque en ese momento sólo alcanzaba un par de millares de personas ya estaba en proceso de crecimiento desde que se asentaron sus cimientos durante las últimas décadas del siglo XIX. Vega llegó a Estados Unidos en una época en que un gran número de tabaqueros puertorriqueños y cubanos encontraron una fuente de trabajo en los más de doscientos talleres y fábricas de tabaco que se habían establecido en la ciudad de Nueva York y en otras ciudades de ese país.
En Puerto Rico, Vega había estado involucrado en las actividades del movimiento obrero socialista que desde principios del siglo XX estuvo a la cabecera de las luchas por los derechos de los trabajadores y combatió los abusos y las condiciones de explotación que prevalecían en las industrias del tabaco, azúcar y la aguja. Estas industrias estaban en su mayoría controladas por el capital absentista estadounidense el cual, desde poco después de la invasión estadounidense de 1898, comenzó a dominar la economía isleña. En la ciudad de Nueva York, Vega continuó su activismo social y político al envolverse en las luchas obreras y participar en el establecimiento de varias organizaciones comunitarias. También se dedicó al periodismo al comprar, en 1927, el semanario obrero Gráfico (1926-1931). Este rotativo había sido iniciado un año antes por un grupo de artesanos tabaqueros.
El periódico Gráfico, proclamó ser “defensor de la raza hispana” y fue una de varias publicaciones en español que promovieron la unidad entre los diversos grupos de origen latino que residían en la urbe neoyorquina, además de fomentar un sentido panétnico del hispanismo. Vega trabajó como editor de Gráfico y también escribió artículos periodísticos en otros rotativos dirigidos a la comunidad hispanohablante, entre ellos, Liberación (1946-1949), periódico fundado por exiliados de la Guerra Civil Española. La mayor parte de los escritos periodísticos de Vega todavía permanecen dispersos en varias de estas publicaciones.
En los años 40, Vega empezó a redactar sus memorias, un recuento meticuloso de sus experiencias y las de otros puertorriqueños emigrantes como él, que fueron parte de un grupo de pioneros que llegaron a Nueva York, especialmente durante el periodo entre las dos guerras mundiales. Estas décadas representan una importante etapa formativa para la historia de la diáspora puertorriqueña en esa ciudad. Sin embargo, Vega empieza su recuento testimonial haciendo referencia a las historias que le contaba su tío Antonio, quien había emigrado a Estados Unidos en 1857. Al llegar a Nueva York, el tío Antonio se había unido al movimiento separatista antillano que desde el exilio abogaba por la independencia de Cuba y Puerto Rico del yugo colonial español. Con afán meticuloso, Bernardo Vega describe numerosos detalles e información aprendida de su tío y de otras fuentes comunales sobre destacadas personalidades del movimiento separatista que vivieron en Nueva York, y las organizaciones y publicaciones creadas por éstos para promover la liberación de las islas.
Las memorias de Bernardo Vega no se publicaron hasta el 1977, más de una década después de su muerte. Vega había regresado a Puerto Rico en los años 50 y le había mostrado el manuscrito de sus memorias al conocido novelista puertorriqueño César Andréu Iglesias, su amigo personal y correligionario en las luchas socialistas y en favor de la independencia de la Isla, pidiéndole a éste que editara el manuscrito para que pudiese ser publicado. Sin embargo, Vega no estuvo de acuerdo con las sugerencias editoriales de su amigo, de manera que el proyecto se pospuso por un tiempo indefinido. No fue hasta después de la muerte de Bernardo Vega, que Andréu Iglesias decidió honrar la memoria de su viejo amigo, y guiado por sus propios criterios decide editar y dar a la publicación el manuscrito del tabaquero bajo el título de Memorias de Bernardo Vega: Una contribución a la historia de la comunidad puertorriqueña en Nueva York(1977).
Desde entonces, el libro Memorias ha demostrado tener un valor incalculable para el proceso de documentar la historia y presencia de la diáspora puertorriqueña en la ciudad de Nueva York. Esta obra también ha sido fundamental en el proceso de disipar muchos de los mitos sobre la pasividad y falta de organización comunitaria entre los puertorriqueños de la diáspora. Vega introduce un retrato muy diferente de la comunidad; uno que destaca los esfuerzos de una clase trabajadora social y racialmente marginada, pero a su vez envuelta en luchas solidarias contra las injusticias sociales y por su supervivencia económica. En reconocimiento a la importancia de esta obra, el crítico puertorriqueño Juan Flores tradujo al inglés las memorias de Vega en 1984.
Por Dra. Edna Acosta Bel