Apuleyo Mendoza, «viejo amigo» del escritor, lanzará próximamente un libro sobre la vida del maestro de la literatura. En el retrata en sus páginas el ejercicio como periodistas en Caracas, Bogotá o La Habana y además incluye once cartas inéditas que le envió desde México mientras escribía «Cien años de soledad».
«Gabo. Cartas y recuerdos«, disponible para pre-0rdenar en Librería Barco de Papel, traza un «perfil muy humano» del célebre escritor, a quien Apuleyo Mendoza conoció a finales de la década de 1940 en un café de Bogotá siendo dos jóvenes aspirantes a periodistas; Gabo solo tenía veinte años, Plinio cuatro o cinco menos.
Apuleyo Mendoza (Tunja, Colombia 1932), dice que era de los amigos que «leían sus manuscritos» antes de que el autor de «La hojarasca» alcanzara el éxito. Sin embargo, sería en París donde se forjaría su amistad, en los años cincuenta. En la capital francesa volvieron a encontrarse para vivir como amigos una similar aventura en buhardillas, bares y cafés del Barrio Latino.
Nuestra amistad nació, tres días después de llegar García Márquez a París, cuando le invité a cenar y al salir del restaurante vio el Boulevard Saint-Michel cubierto de nieve», recuerda Apuleyo Mendoza, quien sonríe al evocar la cara «extática y fascinada» del Premio Nobel al ver aquel «espectáculo de sueño».
Plinio Apuleyo evoca como en aquella época García Márquez, quien fue cesado como corresponsal del diario colombiano «El Espectador» en París, comenzó a «pasar hambre» mientras escribía «El coronel no tiene quien le escriba», aunque se negaba a aceptar dinero de los amigos.
La fascinación que causó en Gabriel García Márquez tocar por vez primera la nieve, la incomodidad de la fama al convertirse en un autor de éxito o los desvelos que le causó «Cien años de soledad» son revelados en «Gabo. Cartas y recuerdos», una obra hilvanada por Plinio Apuleyo desde la atalaya de amigo íntimo.
En esos años, cuando todos los países de América Latina vivieron dictaduras, los dos amigos decidieron viajar a la extinta Unión Soviética; «el socialismo era un sueño», rememora Apuleyo.
Sin embargo, lo que vieron en un periplo, que también les llevó a Alemania Oriental, Checoslovaquia y Polonia, les provocó, precisa el autor con una larga carrera en el periodismo, «un desconcierto grandísimo» regresando «muy desengañados del mundo comunista».
«Perdimos la fe, pero cuando surgió la revolución cubana la recibimos cono algo nuevo» en el mundo comunista y en el latinoamericano, precisa Apuleyo Mendoza, quien dirigió en París la revista «Libre», catalizadora del «boom» de la narrativa latinoamericana.
El primer obstáculo en su amistad la pondría, en 1971, el encarcelamiento del poeta cubano Heberto Padilla, aunque no supuso distanciamiento alguno. Cuando llegó el «caso Padilla», dice, casi todos los escritores apoyaron una primera carta de protesta por el proceso contra el poeta cubano que contenía la firma de García Márquez y que fue incluida por decisión de Apuleyo al no localizar al premio nobel.
Fue García Márquez quien personalmente le aclaró que él no quería figurar en esa misiva, por ello el propio Apuleyo anunció este hecho a la agencia cubana Prensa Latina en París que lo difundió.
Fidel Castro pidió conocer al escritor colombiano y «hasta hoy son amigos», puntualiza. Apuleyo piensa que «Gabo no es amigo del comunismo, lo que ha perdurado es una amistad profunda con Fidel», ante quien revela ha intercedido para liberar a escritores, el último de ellos Raúl Rivero, o sindicalistas.
«Gabo. Cartas y recuerdos» retrata en sus páginas el ejercicio como periodistas en Caracas, Bogotá o La Habana, al tiempo que compartían la misma devoción por la literatura.
Con la aprobación de uno de los hijos de García Márquez, Rodrigo, del que Plinio es padrino, el autor ha incluido once cartas inéditas que el Premio Nobel le envió desde México mientras escribía «Cien años de soledad».
«Me contaba sus inquietudes y le preocupaba lo que le decían sus amigos de esta obra», que el pensaba «podía ser una catástrofe o un gran acierto» y que entendía como «un largo poema de la vida cotidiana».
Intimidado García Márquez por la fama, a la que considera «una visitante inoportuna», Plinio Apuleyo recuerda como los amigos de Gabo trataron que tras la concesión del Nobel «nada cambiase» en su trato.
El libro, que tuvo una edición anterior en 2002 pero sin las once misivas, incluye una colección de fotografías y en una de ellas Gabo aparece junto a Mario Vargas Llosa, José Donoso y sus respectivas mujeres, en Barcelona.
Una instantánea irrepetible, porque Apuleyo cree que «es tarde» para sellar de nuevo una amistad que, además, duda de que hubiera podido «perdurar» por las diferentes posiciones políticas de Vargas Llosa y García Márquez.
Apuleyo -quien también publicó «El olor de la guayaba», donde recoge sus conversaciones con el Nobel colombiano- confiesa no saber a ciencia cierta el estado de salud de Gabo, con quien no habla desde hace dos años.