‘Orgullo y prejuicio’ es tan especial como su autora, quien decidió rechazar la única propuesta de matrimonio que tuvo en su vida para conservar una libertad que le permitió dedicarse a escribir, un oficio impensable para las mujeres de un momento en el que el matrimonio y la procreación eran no sólo los fines deseables, sino los únicos. En cierto sentido, tanto la autora como la obra pueden ser vistas como una defensa de la inteligencia y el buen humor por encima de las disposiciones sociales.
Casi 200 años después de su muerte, la capacidad de la británica para reflejar la naturaleza humana sigue enganchando al público del siglo XXI como lo hiciera en el XIX. Austen actúa como una narradora casi invisible que, a través de su magnífico sentido del humor y de unos increíbles diálogos, permite que veamos cómo los protagonistas crecen, que seamos testigos de sus errores y aprendamos de las lecciones morales consecuencia de sus actos.
Lejos de esa literatura frívola y romántica que muchos aún ven en sus libros, cegados por los bailes de salón y el final feliz, Austen no pierde ocasión de dirigir más de una andanada contra las desigualdades de clase, la injusticia social o la subordinación femenina.
Feminista o no, romántica o cínica, todos coinciden en que Austen fue una incisiva observadora social, cuyos personajes siguen triunfando hoy en papel, pantalla grande y pequeña, formato digital y hasta en las redes sociales.